ORACIONES

Al comenzar a comprender el inmenso amor que Dios siente por todos y de manera muy personal por cada uno de nosotros, medito en el deseo de Dios de comunicarse con nosotros, a demás de que Jesús junto con el Espíritu Santo interceden por nosotros, Él nos da la libertad de expresarnos a nuestra manera.

Pienso en muchas maneras en que nos hemos acercado al Padre a través de la oración, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento, aparecen tantas formas de oración, unas llenas de alabanzas, otras exaltando su Omnipresencia, su Omnisciencia, su Omnipotencia, unas han sido un lamento y en ocasiones un clamor pidiendo ayuda.
En fin, hay una oración para cada situación y para cada uno de nosotros. Y creo que es con el fin de decirnos que no necesitamos más que acercarnos y derramar nuestros corazones ante Él, que sabe lo que vamos a pedir mucho antes de que lo hagamos. Pero al permitirnos presentar nuestras oraciones, nos da la oportunidad de acercarnos a Él de manera personal, es mostrarnos que podemos contar con Él siempre.

Permíteme mi Señor seguir acercándome a Ti, y que sin dejar de alabarte poder ser tan directa y honesta como aquel ciego al que preguntaste «¿Qué deseas? en su sencillez respondió «¡Que vea Señor!

Gracias Señor!














Rm 7, 8

«El pecado desafió el mandamiento, despertando en mí toda suerte de codicias, mientras que sin ley el pecado era cosa muerta».

En repetidas ocasiones leí este versículo sin realmente entender a que se refería, hoy con la guía del Espírito Santo entiendo un poquito más.

Entiendo que el pecado siempre ha existido moviéndose libremente y cuando vino la ley con todas las prohibiciones, para nuestro bien, el pecado tomó notoriedad, se esmeró en hacerse partícipe en nuestras vidas, se esmeró en sobresalir y por eso dice que desafió el mandamiento, actuó en la natural forma de que cuando existe un NO hagas, NO digas, NO pienses, NO a la tentación es cuando toma fuerza y todos los reflectores apuntan hacia él incrementando su notoriedad, haciéndonos llevar la contraria.

Al pecado le vale madre cualquier tipo de prohibición y acuerpándose con las exigencias de la carne, nos hace hacer cosas que de verdad no queremos. Es como el niño al que se le dice que se aleje de los tomacorrientes y lo primero que hace es buscar un tenedor para introducirlo en el tomacorriente.

Definitivamente la prohibición es lo que le da vida y fuerza al pecado, porque como dice San Pablo que ante un no, nace inmediatamente el deseo de llevar la contraria.

«Cuando llegó el mandamiento, le dio nuevamente vida al pecado». Rm7, 9

El pecado se sirve de algo bueno que es el mandamiento, que es algo bueno, para darnos muerte.













TENIENDOLO TODO

Cuando pienso que la vida de la profetiza Ana, dedicada a servir a Dios por medio de ayunos y oración, sirviendo en el Templo desde su juventud al quedar viuda, tiene una similitud a la vida de san Juan Bautista, quien vivió en el desierto despojado de toda clase de comodidad, de comidas suculentas que rebalsaran el gusto.

Y en qué parte de sus vidas enfoco mi atención? en la parte que confirma que para mí son las personas que lo tuvieron todo teniendo la nada.

Vivieron una vida completamente plena cuando no dependieron de las comodidades o gustos momentáneos que ofrece la vida. No hubo nada que alguna vez hayan probado y se hayan quedando con la añoranza de repetir algo, porque el gusto se encaprichaba al querer disfrutar nuevamente de algo que por un instante había comprometido el querer más.

Qué dicha tan grande poder pasar por lugares donde la campanita del deseo despierta las exigencias de la carne, y tener la firmeza de oponerse a la tentación porque se tiene la voluntad entrenada al gusto por el no desear lo que nunca hemos tenido.

Sin duda alguna han sido las personas que lo han tenido en el tener nada.
















CÓMO ESPERAR EN EL SEÑOR

PACIENTEMENTE: «Cállate ante el Señor y espéralo y Él hará «. Sl 37, 7

TRANQUILAMENTE: «En Dios sólo descansa el alma mía» Sl 62, 1

CONFIADAMENTE: «Cállate ante Dios y espéralo» Sl 37, 7

EXPECTANTE: «La bondad del Señor espero en este mundo de vivos» Sl 27, 13

VALOROSAMENTE: «Confía en el Señor, ¡ánimo arriba! Espera en el Señor. Sl 27, 14

EN SU PALABRA: «Espero en el Señor, mi alma espera y confía en su palabra, mi alma aguarda al Señor, mucho más que a la aurora el centinela» Sl 130, 5

DR. CHARLES STANLEY

LA RECOMPENSA DEL DIEZMO

Muchas veces, por no decir, siempre, escucho el consejo de diezmar y la seguridad de ver mis provisiones físicas y materiales incrementadas.

No estando segura de hacer caso a este consejo, y creo que por falta de fe, por falta de confiar en mi Padre de que me permitiría disfrutar de ese beneficio, no me atreví a intentarlo, hasta que un día sin darme cuenta, tuve la oportunidad de brindarle mi ayuda económica a cierta persona.

Se me presentó la oportunidad y sin pensarlo dos veces y logré hacerlo yendo un poco más lejos de la milla esperada, y por un instante en mi vida, el inmenso gozo que me embargó, llenó todo mi ser, fue un gozo tan exuberante que se desbordó a través de los poros de mi cuerpo. Fue una experiencia que me dejó esperando la siguiente oportunidad de repetir la misma acción o alguna similar.

Fue entonces cuando comprendí que los cielos se habían abierto para llenar mi corazón de bendición, de un sentimiento tan indescriptiblemente inmenso y comprendí como había recibido la recompensa por mi diezmo.

Aprendí a buscar la oportunidad de servir al Señor no solo a través de cumplir con un diez por ciento de mis ingresos económicos, aprendí a entregar lo que el pone en mi corazón y a hacerlo a su manera y no a la mía.















APRENDIENDO A SOMETERME

Permitiendo al Espíritu Santo que me guíe, me encuentro comparando el don de someterse con el arte de someterse.
Muchas veces considerándome humilde (de lo cual hoy me río), pensé en mis luchas para resistir a las tentaciones, y cada día ofrecía al Señor mi esfuerzo por resistir, ideando una y mil formas para mantenerme invicta en esa lucha.

Qué lejos estaba, que ciega por las escamas de la soberbia que me impedían ver y escuchar lo que el Espíritu Santo en su murmullo constante me susurraba. Y un día gracias a que no se cansa de mí me permitió escucharlo cuando me demostró que lo que estaba haciendo era confiar en mis propias fuerzas. Arrancaba cada ofrecimiento pero sin reconocer ante mi Señor de que sola no puedo, dejé de seguir intentando ser la super mujer que lograría llegar al final del día y recibir la corona de la victoria por haber conseguido resistir.

Hoy sé que solo necesito reconocer con todo mi corazón de que sola no puedo, de que necesito de mi Padre para afrontar la resistencia y ver como el diablo huye.
Hoy viene a mi corazón y sale de mi boca un Padre ayúdame porque estoy por caer. y mientras recibo la fuerza que Él me envía, me conforta recordándome que por un instante de aguantar, de sufrir la privación, el gozo que me acompaña el resto del día y que se mantiene vivo en mis recuerdos es incomparable.

Me da la fuerza de no cambiar mi gozo por un plato de estofado.

Gracias Señor¡¡¡¡¡¡¡¡
















Y ÉL CONSEDERÁ LOS ANHELOS DE NUESTRO CORAZÓN

Al iniciar mi día en la oración, después de agradecer al Padre el que haya preparado mi día con tanto amor, soy consiente de que está lleno de su presencia, de su esencia, de su propósito y de su voluntad. Es cuando siendo consiente de esto que le pido con todo mi corazón que no deje pasar el día si no me tropiezo con Él.
Tropezarme cada día con mi Señor es la oportunidad de verle, de sentirle la confirmación de que está ahí con migo.

Un día de estos, volviendo a leer sermones, prédicas, lecturas que Él hace llegar cada día, para mi alimento espiritual, llegué a un sermón que había marcado como importante y no sé porqué fue que lo marqué.

El sermón fue predicado por el Dr. Charles Stanley «Cuando la Duda está en el Trabajo», de repente vino a mi recuerdo una niñita es su primer día de clases, aproximadamente segundo o tercer grado, estaba con su mamá almorzando en Burger King y pese a la deliciosa comida, y todo su ajuar para iniciar el año en color rosa, la carita de aquella niñita reflejaba ansiedad, un no querer iniciar su año escolar.

Esa carita me transportó a mis años de mamá de segundo, tercer y sucesivos años de primaria por los que pasamos mi hija y yo. cuando ante las actitudes irrespetuosas y de desprecio de sus compañeras, tratando siempre de adaptarse y siendo siempre despreciada o la última que era escogida para ser parte de un grupo.

Este hecho de recordar aquella carita triste, fue el gatillo que disparó mi deseo de comenzar un ayuno cuaresmal que había estado rondando desde el inicio de la Cuaresma, pero que por cobarde no había dado el paso definitivo, pensando que no podría con la mortificación. Mi pensamiento se entregó a todas las madres que la hemos, la estamos y estaremos pasando mal con esos desprecios y el Señor en su inmenso amor y en su infinita misericordia que es nueva cada día, me dio el impulso y la fuerza de un SI SEÑOR.

Lo más maravilloso del caso es que después de haber interrumpido mi lectura para este ofrecimiento, la lectura terminó con el capítulo dos de Efesios, versículo diez (Ef 2,10) en el que San Pablo nos dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que las practicáramos».

Fue para mí un tropezón de primera calidad con el Señor y me dí cuenta que aunque no encontré el motivo original por el que el sermón fue marcado, éste había sido sin yo saberlo el motivo verdadero.

Sí de verdad buscamos al Señor, Él se deja encontrar.

Gracias Señor ´por los tropezones.

































RESISTIENDO

«El demonio no duerme, ni la carne está aun muerta, por eso no ceses de prepararte para la batalla porque a diestra y a siniestra están los enemigos que nunca descansan»
Santo TOMAS DE KEMPIS «Imitación de Cristo.»

HUMILDAD

«El humilde recibida la afrenta, está en paz, porque descansa en Dios, y no en el mundo para recibirla no sólo es dejar que caiga sobre nosotros, es abrazarla.»
Santo Tomás de Kempis

QUE NUESTRO PORQUE NO SEA UN PORQUE DE RECLAMO.

Dios prepara cada día de nuestras vidas con amor, todo lo que llega a nosotros ya pasó por sus dedos y cada día está lleno de su presencia, de su esencia de su voluntad.
Acostumbrados a tanta bendición, no estamos acostumbrados a agradecerle y cuando la adversidad llega a nuestras vidas, sea a través de una espina en el zapato o una catástrofe, no perdemos un segundo en expresar nuestro «Y porqué a mi».

El Dr. David Jeremiah comparte un lo que Erwin Lutzer, escribe en su libro «Donde Estaba Dios».
menciona varias respuestas ante la pregunta que muchas veces hacemos ante un desastre natural:
¿Porqué tantas personas mueren en desastres naturales?

«¿Porqué tantas personas incluyéndonos aun vivimos? El sol y los cultivos son signos de la Gracia de Dios, ¿Cuántas personas le agradecemos por un buen clima? ¿Y los numerosos beneficios que la naturaleza nos brinda en este planeta?
El sol nos ilumina, nos da calor, la lluvia cae para bendecirnos, y las estrellas brillan para recordarnos que Dios no solo está en los cielos sino también en la tierra para llenarnos de sus Gracias que no merecemos.
Deberíamos dar gracias cuando la tierra permanece firme y no tiembla, cuando no hay tornados, cuando no hay inundaciones.
En el libro de Lamentaciones el profeta Jeremías dice que la misericordia del Señor es nueva cada día.
La vida es un regalo de Dios y Él tiene el derecho de darla o quitarla, Dios no está obligado de darnos bendiciones, graciosamente busca dárnoslas.

Muchas quienes preguntan dónde estaba Dios ante los desastres naturales, no son consientes de que son bendecidos y se niegan a alabar a Dios por tantos años de paz, de calma, de bienestar en sus vidas. Piensan que Dios está obligado a darles ayuda en la adversidad, piensan que al Dios a quien deshonran en la salud, obligadamente los tiene que sanar, al Dios al que ignoran en la abundancia debe rescatarlos de la pobreza.
Al Dios al que se niegan a alabar debe siempre rescatarlos cuando la tierra tiembla.
Dios no nos debe nada, antes de acusarlo de que no cuida de nosotros, agradezcamos cómo nos cuida, somos bendecidos aun en su silencio.»

Aprendamos a mirar las intervenciones de Dios con otros ojos.