PACIENCIA EN LA ESPERA

¨Pacientemente esperé en el Señor; Él se inclinó hacia mí y me escuchó, me sacó de la fosa fatal, de barro del pantano.
Afianzó mis pies sobre roca y le dio firmeza a mis pasos¨ Sl. 40, 1-3

En momentos de sufrimiento causados por los problemas de salud, económicos, familiares, relaciones equivocadas, ataduras a vicios….nos hundimos cada vez más en el temor, en la desesperanza, nuestros pies buscan en vano una porción sólida en el pantano que nos encontramos.
El rey David compone este salmos cuando atraviesa por una de tantas situaciones difíciles por las que le toco caminar.
En su momento de desesperación Dios pone estas palabras en su corazón y gracias a un momento inentendible para él en ese momento, origina un grito de auxilio y de dolor, una súplica que ha permanecido viva y que cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de clamar al Señor a través de esas palabras.
Lo primero que él dice es que pacientemente esperó en el Señor, o sea tenía la certeza de que sería escuchado y atendido. Los problemas no tienen botón de apagado, no son resueltos de manera inmediata ni mucho menos con nuestros propios esfuerzos. Esperar en el Señor es seguir de pie, creyendo contra toda corriente aunque no divisemos una salida.
No nos cansemos de creer, de esperar, los tiempos y las maneras del Señor son perfectas. En el transcurso de la espera y a través de nuestra oración veremos como el Señor se inclina también a nosotros y cuando menos lo esperemos ni la manera que imaginamos, seremos rescatados del pantano, y no solo seremos sacados sino seremos colocados sobre roca y nuestros pasos serán fortalecidos. El Señor no hace las cosas a medias.
Pensemos en este momento ¿porqué sentimos desesperanza? ¿en qué pantano nos encontramos? Todos experimentamos esa sensación de querer salir del lodo pero sólo tenemos que esperar pacientemente un poco más y veremos nuestros pies ser fortalecidos sobre la roca fieme.

ESCOGIENDO

Cuando el Señor Jesús visita el poblado de Gerasa, llegó para liberar al endemoniado torturado constantemente por demonios. Mt. 8, 28-34.
El Señor no ignora por cada situación por la que estamos atravesando, llega hasta donde estamos y nos enseña que conocía cada batalla y que ya la libró por nosotros y al acercarse en esos momentos tan cruciales en nuestra vida es para hacernos entrega física de lo que El ya se hizo cargo mucho antes de que el conflicto existiera.
No escojamos las ataduras de la carne a la presencia viva del Señor en nuestra vida, no permitamos que la rutina del pecado sea un muro que nos impida recibir lo que el Señor tiene para nosotros.
Es muy difícil desear ser libres de cualquier pasión desenfrenada, de una tendencia al alcohol, a la droga, al sexo, a la glotonería, a la avaricia …. pero es bueno comenzar reconociendo que solos no podemos en esta lucha y que si estamos agotados de tratar y fracasar es porque lo hemos hecho sin el Señor.
Cuando el pecado es costumbre y parte de nuestra vida, la sola presencia de Cristo nos perturba, ni lo buscamos y hasta lo rechazamos.
No escojamos a los cerdos, permitamos que el viaje que ha realizado hasta donde estamos sea recibido en nuestros corazones y el inicio de una nueva vida para nosotros.

PROVISION

En un pasaje del Nuevo Testamento, específicamente después de la segunda multiplicación de los panes, Mc. 8, 17-21, el Señor Jesús reprende a sus apóstoles cuando los escucha afanados discutiendo porque no habían llevado pan. Les hace recordar las dos ocasiones en las que multiplicó los panes y los peces, en las sobras que pidió se recogieran para que no se desperdiciaran y las canastas que se llenaron.
Cuando le dice a Felipe que hay que alimentar a la gente, en una de las multiplicaciones, lo ayuda a enfrentar y a decirle que no sabe que puede hacer, y es en ese momento en que El le muestra que sí sabe lo que hará, que lo sabe desde la eternidad, es más, ya lo hizo desde la eternidad y es así como hace llegar a cada persona una provisión que existe mucho antes de que la necesidad exista.
Cuantas veces el Señor ha actuado en nuestra vida sorprendiéndonos la forma como nos ha guiado para movernos en situaciones difíciles o cuando la provisión económica ha llegado de maneras inesperadas. Recibiendo su presencia ante diversas situaciones, nos olvidamos que El no es un Dios de un momento y que luego nos abandona. Es un Padre amoroso, es nuestro Padre que conoce anticipadamente nuestras necesidades y las ha cubierto mucho antes de que existan.
Nos reprende haciéndonos recordar las dos ocasiones y las sobras que se recogieron y los canastos que se llenaron.
En nuestro afán nos olvidamos de ese preciso evento, de las sobras recogidas y los canastos llenos.
Cada sobra en un pedacito vivo de El, un pedacito para cada momento de nuestro día, una provisión guardada en el canasto de nuestro corazón para cada necesidad que aún no existe y que fue cubierta.
Al sentirnos agobiados por los diversos afanes solo recordemos cuando nos dice ¨…y aun no entienden…¨ Que el Espíritu Santo nos siga guiando en ese recuerdo para no olvidar que llevamos la provisión hasta para aquella necesidad que no existe todavía.