Pienso que tanta comodidad que hemos alcanzado con los avances tecnológicos, que son muy buenos, han ido con el tiempo volviéndonos muy susceptibles a las luchas de cada día, siempre ante una noticia que no es la que estamos esperando, prácticamente sucumbimos ante la avalancha de pensamientos negativos que invaden nuestra mente.
Prácticamente nos entregamos al fracaso antes de comenzar la batalla porque no conocemos estrategias y muchas veces como la avestrúz preferimos enterrar la cabeza.
Recordar la época en la que el pueblo de Israel atravesó el desierto y conquistó la tierra prometida es un ejemplo que puede darnos ánimo, fuerzas y aprender a enfrentar la batalla como algo natural y cotidiano.
Ante cada batalla no he encontrado ninguna queja de que tuvieran que ir nuevamente a la lucha, no hubo un «otra vez?», no hubo un » y porqué?», tomaban lo que tenían que tomar, se movían a donde se tenían que mover y a la batalla con el mismo ánimo de siempre.
No dejemos que la costumbre de la comodidad y del mínimo esfuerzo de cada día nos impida desarrollar la fuerza que el Señor ha colocado en nosotros.
Recuerdo el final felíz de los cuentos que escuchaba de pequeña, principalmente en los que la princesa era rescatada por el príncipe, de la torre del castillo en donde la tenía presa un temible dragón.
Sólo después de su rescate pudo experimentar la inmensa dicha de ser libre y estar fuera del alcance del peligro.
Pero para experimentar ese sentimiento, para poder sentirlo en su carne tubo que pasar por el momento difícil del cautiverio.
Igualmente nos sucede, tenemos que atravesar la oscuridad para recibir la luz, debemos sufrir el momento de la enfermedad para celebrar la oportunidad de la sanación, debemos enfrentar el perder algo para compartir la alegría de haberlo encontrado, debemos aguardar ante una respuesta negativa porque adelante está la respuesta afirmativa.
Esperemos activamente, haciendo lo que nos toca hacer, dando lo mejor en cada situación y dejándole a Dios lo imposible.
No caigamos la quietud, hagamos lo que nos toca, hagamos nuestra parte, confiemos y esperemos, abandonémonos y lancémonos al vacío aunque el miedo se encuentre en nosotros y no sepamos cómo aquello va a terminar podemos cada día decir: Señor yo no sé pero Tú lo sabes todo.
En el libro del Génesis 26, 18-20 se narra que Isaac, volvió a abrir los pozos que una vez abrió su padre Abraham y que fueron cerrados por los filisteos después de la muerte de Abraham.
En tres ocasiones realizó Isaac esta acción por que en las dos primeras su pozos fueron reclamados por alguien más. Pero en la tercera vez encontró agua nuevamente y ya nadie reclamó.
Muchas veces enfrentamos situaciones injustas que agreden nuestras pertenencias, no entendemos el motivo porque no logramos ver el panorama completo como lo ve Dios, quien tiene los planos de nuestra vida y conoce desde el inicio hasta la meta final, no se le escapan los valles, las cimas, los ríos y mares que tenemos que atravesar, las puerta que se abrirán y las que permanecerán cerradas, los pozos que tendremos que cavar.
Siempre todo en la vida tiene la esencia del Señor, un propósito y como podemos ver en estos incidentes hasta lo que en un momento fueron enemigos de Isaac recibieron su provisión de agua que llegó a ellos a través del trabajo de Isaac, y al haber cumplido ese propósito del Señor, Isaac encontró su provisión.
No peleemos, no nos resistamos porque como dice el libro de la Sabiduría que no debemos decir ¿Qué es esto? ¿Porqué esto? Esto es bueno o esto es malo porque todo en su momento tiene su razón de ser.
«Más son las tentaciones muchas veces utilísima al hombre aunque sean graves y pesadas, porque en ellas es un humillado, purificado y enseñado.
…..Muchos quieren huir de las tentaciones, y caen en ellas más gravemente, no se puede vencer con solo huir. Con la paciencia y la humildad nos hacemos más fuertes que todos los enemigos.
…. Debemos pues velar, principalmente al principio de la tentación, porque entonces más fácilmente es vencido el enemigo, cuando no le dejamos pasar de la puerta del alma, y se le resiste al umbral».
SANTO TOMAS DE KEMPIS
«Cual fue la causa por que muchos santos fueron tan perfectos y contemplativos? porque procuraron mortificarse totalmente en todos sus deseos terrenos, y por eso pudieron con lo íntimo del corazón allegarse a Dios, ocuparse libremente de si mismos.
Nosotros nos ocupamos mucho d nuestras pasiones y tenemos demasiado cuidado de las cosas transitorias. Y como pocas veces vencemos un vicio perfectamente, no nos alentamos para aprovechar cada día en la virtud, por esto permanecemos tibios y aun fríos.
Si estuviéramos perfectamente muertos nosotros mismos, y libres en lo interior, entonces podríamos gustar las cosas divinas y experimentar algo de la contemplación celestial.
El total y mayor impedimento es que no estando libres de nuestras inclinaciones y deseos, no trabajamos por entrar en el camino de los santos. Y cuando alguna adversidad se nos ofrece, muy prestos nos desanimamos y nos volvemos a las consolaciones humanas.
Si nos esforzásemos más en la batalla peleando como fuertes varones, veríamos sin duda la ayuda del Señor que viene desde el cielo sobre nosotros, porque siempre está dispuesto a socorrer a los que pelean y esperan en su Gracia, y nos procura ocasiones para pelear para que alcancemos la victoria.
Si solamente en las observancias exteriores ciframos el aprovechamiento de la vida religiosa, presto se nos acabará nuestra devoción.
Pongamos segura la raíz, para que libres de las pasiones, poseamos pacíficas nuestras almas.
Duro es renunciar a la costumbre, pero más duro es ir contra la propia voluntad, más si no vences las cosas pequeñas y ligera, cómo vencerás las dificultosas?».
Santo TOMAS DE KEMPIS.
Hay una parte en el episodio cuando el rey David ha tenido que huir de la persecución del rey Saul.
En un momento en su escape se resguarda en en el país de los filisteos llamado Gat y con el tiempo se ganó la confianza del rey Aquis.
Pues en una ocasión al presentar batalla contra los israelitas, el rey Aquis y otros jefes de las ciudades de los filisteos, marchando los jefes por delante y el rey Aquis junto con David y su tropa a la retaguardia, los jefes se dieron por aludidos que David estaba con ellos se molestaron y exigieron al rey Aquis que lo despidiera, que no era de confiar. Así el rey David siendo humillado fue despedido para no participar en aquella batalla pese a la fidelidad que había mostrado durante dos años al servicio del rey Aquis y sus ruegos por continuar hacia la batalla fueron en vano. Así que obedeciendo órdenes el rey David, muy temprano en la mañana, se regresó a la tierra que habitaba en Siclag.
En este pequeño hecho veo como algo que de momento pudo ser considerado injusto, y que obviamente no había razón alguna para proceder así, en el plan de Dios jugaba un papel importante.
Con esta acción Dios preservó a David de participar en la batalla en que se dio muerte al rey Saul y al tan amado amigo de David, Jonatán.
Qué hubiera pasado si David hubiera participado en esta batalla, qué hubiera pasado si la lanza de David hubiera sido la que dejó sin vida a alguno de los dos? No lo sabré nunca, lo único que sé es que mi Dios tiene el absoluto control de todo, que trabaja todo en conjunto para nuestro bien y a los que lo amamos, todo nos resulta para bien.
Todo en el maravilloso plan de Dios tiene un sentido, una razón de ser. Dios cuida hasta del último detalle en nuestro caminar.
Pienso en este momento dos episodios que aparecen en la Biblia y que siento que están tan relacionados aunque se hayan presentado con cientos de años de diferencia.
El primero es cuando recuerdo la travesía de Israel por el desierto camino hacia la tierra prometida. Atravesaron el desierto durante cuarenta años, siguiendo la indicación de Dios de cuando levantar sus tiendas y hacia donde asentar el nuevo campamento, así como el tiempo que permanecerían en el nuevo lugar.
El segundo momento es cuando el Señor Jesús en la barca con los apóstoles les indican que vayan mar adentro «duc in altum», indicándoles donde tirar las redes, y lo vuelve a hacer después de resucitado caminando por la playa y encuentra a los apóstoles afanados en la pesca sin conseguir nada, una vez más. Les dice hacia donde lanzar las redes.
Israel hizo caso sin importar si pasaban meses o años o hasta solo unos días y luego a mover todo hacia otro lugar, no les importó a los apóstoles recoger las redes para probar otro lugar.
Al confiar en Dios recibimos una de tantas promesas: que los planes del Señor están por encima de los nuestros, como están los cielos por encima de la tierra.
Muchas veces no podemos entender la situación por la que estamos pasando, pero pidiéndole al Espíritu Santo que nos guíe y nos ayude a escuchar al Señor, vamos por camino seguro, aunque la situación pinte todo lo contrario.
No nos preocupemos si hay que movernos, si tenemos que dejar algo, si tenemos que cambiar algo, porque Dios es el mismo ayer, hoy y siempre,
Para Dios siempre es hoy aun así recordemos sus acciones en un tiempo en el que no nos encontrábamos de manera física, Él nos conoce, Él nos vio aun cuando ninguno de nuestro días existía.
Levantemos la tienda donde nos indique, tiremos la red donde nos señale y preparémonos para esas espectaculares bendiciones.
Me encanta el hermoso consejo de que no hay que dialogar con las tentaciones.
Yo pensaba que el reconocer una tentación era lo único que se necesitaba para declararnos vencedores, que pobre ilusa fui y lo peor estaba revestida de soberbia, pero como siempre el Espíritu Santo en su inmenso amor y en su infinita misericordia que es nueva cada día, con mucho amor tomó mi mano y me guio al camino verdadero y me enseñó que al detectar una tentación debo hacer uso de la armadura de Dios para resistir.
Al reconocer una tentación lo primero que debemos hacer es apartarnos de ella, es huir, y en muchas ocasiones, mi errónea manera de actuar hizo que abriera las puertas de par en par, es más hasta preparé un salón VIP y salí a buscarla…..que grave error. Porque entró, se quedó no solo un momento sino que disfrutó viéndome revolcar en el fango hasta que pude nuevamente tomar la mano misericordiosa del Padre para ponerme de pie nuevamente. Y ante el sentimiento de culpa que me quedaba aprendí que mi Dios es un Dios de oportunidades y de nuevos comienzos, y recordé las palabras de san Pedro: «porque Tú lo dices Señor», así que cada vez que caí dije la misma afirmación una y otra vez, una vez y otra vez y tomé la mano siempre extendida de mi Señor.
Siempre hay momentos, cada vez menos, en los que sigo cayendo y gracias a esas caídas experimento el inmenso amor y la infinita misericordia de mi Padre. Aprendo cada vez un poquito más a someterme y pedirle ayuda reconociendo que sola no puedo y la ayuda viene con solo haber resistido un poquito como Él nos dice.
Al resistir es un gozo de larga duración, el caer es solo una micro partícula de tiempo que nos produce un poquito de bienestar.
Sigamos resistiendo y no dialoguemos con la tentación.
«Cuantas veces desea el hombre desordenadamente alguna cosa, tantas pierde la tranquilidad…. el hombre que no es perfectamente mortificado en si mismo, con facilidad es tentado y vencido, aun en cosas pequeñas y viles, el que es flaco de espíritu, y está inclinado a lo carnal y sensible, con dificultad se abstiene totalmente de los deseos terrenos, y cuando lo hace padece muchas veces tristeza, y se enoja presto si alguno lo contradice».
SANTO TOMAS DE KEMPIS.
Este pasaje de la obra de santo Tomás de Kempis es de su libro Imitación de Cristo, y trae al recuerdo una afirmación del rey Salomón, que un hombre sin autodominio es como una ciudad sin murallas.
Nuestro cuerpo, nuestro ser está tan expuesto a cualquier tipo de ataque, de invasión y muchas veces por carecer de esa muralla que decir NO, abrimos huecos en nuestra muralla que facilita el acceso al enemigo.
Es difícil resistir, pero con un pasito a la vez, fortalecemos nuestra armadura, confiando que el Dios Altísimo Todopoderoso nos lleva de la mano y ya luchó por nosotros cualquier batalla que tengamos que enfrentar.
Hoy solamente quiero compartir una preciosa oración de santo Tomás de Kempis en su libro Imitación de Cristo.
«Dame que desee y quiera siempre lo que te es más agradable a Ti, tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya, y se conforme en todo con ella.
Dame Señor, que muera a todo lo que hay en el mundo y dame que ame por Ti ser despreciado y olvidado en el mundo»