Muchas veces impulsados por la búsqueda de un mejor lugar para vivir, levantamos velas y dirigimos nuestra barca hacia otros rumbos.
No considero esta opción como algo malo, más bien en su mayoría pienso que es un impulso por darle una mejor vida a nuestros seres queridos o porque necesitamos alejarnos del peligro alrededor nuestro.
Lo triste es que muchas veces tomamos esta decisión sin consultar antes con el Padre cómo debemos proceder, escuchamos consejos de amigos, de otros que no son tan amigos, pero pululamos de un lugar a otro esperando la aprobación de lo que deseamos hacer y por último decidimos confiar en el Señor.
En el primer capítulo de la carta hacia los Filipenses, después del saludo tan afectuoso de San Pablo, él les comunica cómo a pesar de permanecer en prisión, atado veinticuatro horas a un guardia, el Evangelio seguía creciendo.
Pienso que talvez pudo haber pedido ser trasladado de lugar, o puesto bajo otras condiciones de encarcelamiento, no lo sé, sólo sé que no pidió ser movido de donde estaba, y estando donde estaba bajo las condiciones en las que se encontraba, se desarrolló la oportunidad de:
1. El evangelio progresaba con todo lo que le sucedía Fil 1, 12
2. Todos los del palacio y los de afuera llegaron a saber que estaba encadenado por el
Cristo. Fil 1, 13
3. Debido a su condición de preso otros se atrevieron a proclamar más abiertamente la
Palabra. Fil 1, 14
4. Otros con la intención de hacer más amarga su estadía en la cárcel, se ponían a anunciar
a Cristo. Fil 1, 17
Y todo gracias a que San Pablo no pidió ser aliviado en su encarcelamiento, se aferró al inmenso amor que sentía por Cristo, siguió donde tenía que estar según los planes del Señor y no se desgastó tratando de buscar horizontes falsos.
ORACIONES
Al comenzar a comprender el inmenso amor que Dios siente por todos y de manera muy personal por cada uno de nosotros, medito en el deseo de Dios de comunicarse con nosotros, a demás de que Jesús junto con el Espíritu Santo interceden por nosotros, Él nos da la libertad de expresarnos a nuestra manera.
Pienso en muchas maneras en que nos hemos acercado al Padre a través de la oración, desde el Antiguo Testamento hasta el Nuevo Testamento, aparecen tantas formas de oración, unas llenas de alabanzas, otras exaltando su Omnipresencia, su Omnisciencia, su Omnipotencia, unas han sido un lamento y en ocasiones un clamor pidiendo ayuda.
En fin, hay una oración para cada situación y para cada uno de nosotros. Y creo que es con el fin de decirnos que no necesitamos más que acercarnos y derramar nuestros corazones ante Él, que sabe lo que vamos a pedir mucho antes de que lo hagamos. Pero al permitirnos presentar nuestras oraciones, nos da la oportunidad de acercarnos a Él de manera personal, es mostrarnos que podemos contar con Él siempre.
Permíteme mi Señor seguir acercándome a Ti, y que sin dejar de alabarte poder ser tan directa y honesta como aquel ciego al que preguntaste «¿Qué deseas? en su sencillez respondió «¡Que vea Señor!
Gracias Señor!