Meditando en el pasaje que narra la travesía por el Mar de Galilea de los apóstoles y cuando son sorprendidos por una fuerte tormenta, Jesús iba con ellos, y es importante que Jesús no prometió una travesía tranquila, sino que llegarían al otro lado.
Siempre vamos a llegar, no porque todo sea fácil, sino porque su presencia es garantía. Jesús no se bajó de la barca, no abandonó a los apóstoles, atendió su pedido de auxilio sin importar el miedo que sentían, a pesar de su poca fe.
Dios no exige una fe perfecta, podemos acercarnos a Él con temor, con dudas, y aún así se levantará y llamará a la calma nuestras tormentas, esas tormentas de pensamientos, de inseguridad, ese viento de preocupación que constantemente sopla en nuestra mente.
Siempre callará nuestras tormentas, solo tenemos que permitir que su voz sea l que domine la situación.
Una día un padre muy consternado por la muerte de su amado hijo, le preguntó a Dios:
«¿En dónde estabas cuando muri´mi hijo?»
Y Dios le respondió:
«En el mismo lugar que estaba cuando murió el mío».
«Satanás no siempre es el que causa el mal, pero si lo utiliza para engañarnos de que Dios no nos quiere, utiliza la tragedia en contra nuestra».
DR. CHARLES STANLEY
No soy una persona alcohólica por lo que no he experimentado lo que es querer ingerir tanto alcohol como el deseo te lo permita y la conciencia todavía nos permita estar en pie.
Pero sí tengo muy arraigado el vicio de la comida llevándome a la glotonería y en algunas ocasiones a caer en el espantoso pecado de la gula.
Después de haberme entregado a la comilona, experimento un malestar físico de llenazón, somnolencia, pesadez, dolor, pero también se acompaña de aquel malestar mental del arrepentimiento de no haber resistido un poquito, dándole espacio al Señor de actuar al haber resistido a la tentación.
Me he dado cuenta que tengo la tendencia de apoyarme en mi propio entendimiento y creyendo que puedo controlar la situación, fácilmente caigo en la tentación pensando que debo aprovechar el momento y abstenerme el siguiente día, ¡qué soberbia y estúpidamente ilusa!
Pienso que esa tendencia, de aprovechar todo cuanto puedo comer, pensando que en el mañana ya no habría tal oportunidad, lo podría comparar con el hecho cuando alguien en Israel trató de guardar todo el maná que pudo para el día siguiente, descubriendo que éste se arruinaba, se llenaba de gusanos. Y en ese preciso momento comparé, gracias al Espíritu Santo, el malestar que me producía el haber dado rienda suelta a mi gula era la representación de esos gusanos que arruinaban el gusto que había escasamente disfrutado antes de haberme entregado a la comilona.
Pienso que es una experiencia muy parecida a la que experimentan los que son presa del alcohol o de cualquier otro vicio.
Le pido al Espíritu Santo que nos ayude a estar siempre alertas a esas tentaciones, personalizadas, porque satanás conoce nuestros talones de Aquiles, y que nos permita resistir.
«No conocemos nuestros orígenes sin Génesis, y no podemos comprender el futuro sin Apocalipsis. Aprendemos a adorar en los Salmos, y a vivir honestamente en un mundo deshonesto en Proverbios. Job nos muestra cómo Dios nos sostendrá en el sufrimiento, y Efesios nos ayuda a calcular nuestras bendiciones presentes y futuras. Rut nos muestra cómo enamorarnos, el Cantar de los Cantares nos dice cómo amar a nuestro cónyugue, y I de Juan nos enseña que no debemos amar al mundo ni las cosas que hay en él. Ester nos dice que Dios gobierna el mundo incluso cuando parece ausente.
En Mateo, Marcos, Lucas y Juan conocemos a la Persona más grande de la historia, y aprendemos que aún vive y nos ama a pesar de nuestros errores y tropiezos. Jonás nos recuerda que no debemos huir de Él. La Santísima Virgen María nos enseña a tener un sí dispuesto a su voluntad. Santiago nos anima a acercarnos a Él. De hecho, a medida de que nos familiarizamos con nuestras Biblias, parece que Jesús nos ama con renovado amor en cada página.
Hoy, piensa en una manera en la que la Biblia ha marcado una diferencia en tu vida.»
DR, DAVID JEREMIAH
Siempre mal interpreté el hecho de que si expresaba mi malestar, era porque no estaba confiando en el Señor, y cuando digo expresar, no me refiero a una vulgar queja, a un desconsiderado reclamo, es más bien tener la oportunidad de sincerarme ante mi Padre, reconociendo que no puedo más.
Después de haber aprendido que Jesús confesó en voz alta que estaba atravesando por «una tristeza como de muerte», cuando le suplicó al Padre que si era posible que le librara de pasar por aquella copa, estaba expresando el terrible peso de su ansiedad.
Y viene a mi pensamiento, gracias al Espíritu Santo, tres acontecimientos de tres diferentes personajes en tres diferentes épocas, que al reconocer ante Dios que no sabían cómo proceder, que no podían más, entonces el Señor les mostró que Él sí sabía que hacer, que ya lo había realizado desde la eternidad.
Elías, cuando huyendo de la reina Jezabel, se escondió en una cueva y hasta le pidió a Dios que mejor le quitara la vida. En un suave murmullo Dios renovó su manera de ver las cosas, y fue después de que Elías confesara su limitación, su tope a la capacidad que había tenido para enfrentar las situaciones.
Felipe, cuando reconoce ante Jesús que no sabe cómo proceder para alimentar a las personas que se encontraban en las multiplicaciones de panes y peces, fue después que le confesó a Jesús que no sabía cómo podía hacer, que Jesús le mostró que Él sí sabía.
Cuando la samaritana al ser enfrentada por Jesús, reconoció su soledad ante la búsqueda de un marido y confesó que no tenía.
En los tres eventos todos se sinceraron con el Señor, y fue entonces que abrieron la puerta para que el Señor comenzara a realizar lo que había preparado desde la eternidad.
Dios tiene una respuesta y un plan para cada situación, solo tengo que seguir confesando mis limitaciones y esperar en Él.
Mucho se ha escrito sobre este valioso tema de la armadura de Dios, se viene escribiendo desde que san Pablo tocó por primera el tema.
Cad vez que el Señor me bendice con la oportunidad de toparme con este tema, voy descubriendo cosas nuevas, y todas se van revelando gracias a la guía del Espíritu Santo, y disfruto ver cómo el Señor tiene su especial y particular manera de tratar con nosotros de maneras muy personales.
Hoy solo deseo enfatizar en un pedacito de este tema, ya que ahondar en él, llevaría a escribir compendios que nunca podríamos dar por concluidos.
Cuando dice san Pablo «Vestíos con la armadura de Dios, para que podáis enfrentar el día malo y habiendo vencido en todo, resistid».
En muchas ocasiones después de haber logrado superar una tentación, después de haber logrado controlar un mal pensamiento o una mala acción, gracias a la ayuda del Espíritu Santo, pensaba que ya no tendría que hacer más nada, que ahí habría terminado cualquier rastro que quedara de esa situación, mucho menos esperaba algún esfuerzo que tendría que aportar de mi parte……qué gran error…..
Hoy, muchos años después, sé que después de haber vencido, tengo el deber de RESIST I R, y es lo único que el Señor me pide.
Habiendo tenido la oportunidad de practicar esto, aunque no tantas veces como quisiera, de verdad he celebrado el gozo de ver cómo satanás huyó.
Le ruego a mi Señor que me siga recordando el papel que tengo que realizar para seguir disfrutando de su presencia que habita dentro de mí
¡GRACIAS SEÑOR|
El día de ayer leí en un sermón, que tener ansiedad, no es sinónimo de no confiar en Dios, no es debilidad, ni significa que padecemos este enemigo espiritual porque está relacionada con el pecado. Jesús padeció una terrible ansiedad en aquella noche de oración en el huerto de Getsemaní, cuando al confesar su tristeza como de muerte, reconoció ante el Padre su deseo de no querer atravesar por el abandono, la traición, el dolor, el padecimiento y le suplicó en tres ocasiones al Padre que si era su Voluntad, que alejara de Él aquel trago amargo.
He aprendido este día que al reconocer cómos nos sentimos, no es un síntoma de debilidad, no es un fallo espiritual sino más bien es entregar a Dios lo que no podemos entender, y es en ese preciso momento en que dejamos que Dios se haga cargo, es aquí donde comenzamos a experimentar esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Hoy estoy aprendiendo a no decir siempre que estoy bien, estoy aprendiendo a presentar ante el Padre cómo me siento, recibiendo el principio de la victoria, viendo como la ansiedad pierde fuerza al reconocer ante el Padre que no puedo más.
Es aprender que sin importar cuan grande es lo que se viene, decir «NO SE HAGA MI VOLUNTAD SINO LA TUYA».
En el libro de los salmos, para ser más específica en el Salmo 46, versículo 10, Dios nos dá una indicación en la que nos dice que estemos quietos, que sepamos que Él es Dios. Lo dice en un contexto donde menciona algunos desastres naturales, de guerras y rumores de guerra.
Es una afirmación de que Él sabe por lo que cada uno de nosotros atraviesa, es una afirmación de que Él tiene el control de todo.
Es como una unión con lo que Jesús nos dice en Lc 12, 11 y en Lc 21, 14; en ambas citas el Señor nos dice de que en el momento exacto a través de su Espíritu, nos indicará que decir, nos dará la provisión de palabras de sabiduría ante las cuales ninguno de nuestros adversarios podrán contradecir. Es recordar cuando ante los ataques de Satanás que Jesús enfrentó en el desierto, estando tan vulnerable, se defendió con un ESTÁ ESCRITO, recibió en ese preciso momento lo que debía decir ante su adversario y nos dejó esta enseñanza que es un arma poderosa.
Divino Espíritu Santo, que no te cansas de mí, ayúdame a esperar la palabra oportuna que el Padre pondrá para atacar a mis adversarios: la carne, el demonio y yo misma.
En la segunda carta de san Pablo a los corintos, 2Co 12,7, él comparte la experiencia cuando le pidió a Dios que alejara de él ese aguijón que llevaba en la carne, se lo pidió tres veces y el Señor le hizo ver que continuaría llevando ese aguijón y que con su Gracia le bastaba.
Siempre pensé que ese aguijón era algún malestar en su cuerpo, alguna carencia, algún padecimiento físico.
Pero gracias al Espíritu Santo, que no se cansa de mí, he comprendido que ese aguijón del cual san Pablo pidió ser liberado, es todo aquel aguijón que nos aleje del Padre, es cualquier impedimento que llegue a obstaculizar nuestra relación, nuestra dependencia con el Padre, es cualquier alimento que fortalezca nuestra soberbia, nuestro orgullo, nuestra autosuficiencia alejándonos de la hermosa dependencia hacia el Padre.
No sé si ese aguijón fue las veces en las que estuvo preso, en las que naufragó, en las que pasó hambre y escasez, en tantas situaciones a las que él se entregó para seguir disfrutando de la Gracia de Dios. Sólo sé que Dios utilizó todas estas experiencias en la vida de san Pablo para mantenerlo centrado en el poder divino y no el suyo.
Nuestras debilidades nos ayudan para que Dios las use y así mantener nuestra confianza arraigada en su actuar, en su voluntad en su proceder en su G R A C I A.