Hace algunos días, levantándome nuevamente de un resbalón en la tentación, vuelvo a cuestionarme ¿Por qué?, y comparto con mi Padre esta pregunta pero no con sentido de reclamo, sino como un simple no entender cuando pienso que ante cada caída siempre hay un deseo profundo de un nuevo intento de mantenerme limpia. Comienzo con el profundo deseo de ofrecer a mi Padre un mejor esfuerzo de mi parte y cuando todo parece ir sobre ruedas, viene el tropezón.
Hace unos días meditando en este repetir de tropezones, el Espíritu Santo me susurró al oído de mi corazón que podía tomar cada momento de tentación como una oportunidad de reconocer una de mis tantas limitaciones en cuanto al dominio propio y ofrecer al Padre mi lucha por resistir, dejando y reconociendo que si sigo en pié es únicamente por Él, es porque en mis debilidades, se manifiesta su grandeza. Y entonces decidí que estas tentaciones y caídas se sigan dando hasta que Él lo permita, y que con su Espíritu Santo me guie para actuar de acuerdo a su Voluntad y no a la mía.
Ayúdame Señor a confiar en Tí con todo mi corazón y no apoyarme en mis propios criterios.