Meditando en el pasaje que narra la travesía por el Mar de Galilea de los apóstoles y cuando son sorprendidos por una fuerte tormenta, Jesús iba con ellos, y es importante que Jesús no prometió una travesía tranquila, sino que llegarían al otro lado.
Siempre vamos a llegar, no porque todo sea fácil, sino porque su presencia es garantía. Jesús no se bajó de la barca, no abandonó a los apóstoles, atendió su pedido de auxilio sin importar el miedo que sentían, a pesar de su poca fe.
Dios no exige una fe perfecta, podemos acercarnos a Él con temor, con dudas, y aún así se levantará y llamará a la calma nuestras tormentas, esas tormentas de pensamientos, de inseguridad, ese viento de preocupación que constantemente sopla en nuestra mente.
Siempre callará nuestras tormentas, solo tenemos que permitir que su voz sea l que domine la situación.