«Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación que somos consolados por Dios…» 2C0 1, 3-4
Ante esos momentos difíciles por los que paso, meditar este versículo, llena de fuerza mi espíritu, porque además de hacerme recordar que Dios tiene el control absoluto de t o d o
refuerzo también el hecho de que todo en mi vida es lo único que Él permite que pase y que todo lo que llega ya pasó por sus dedos. Todo tiene un propósito y ante esos momentos, sé que serán una oportunidad de empatizar con alguien que necesite un consuelo de una persona que ya pasó por una situación sino igual, similar por la que está pasando.
No es lo mismo decirle a una persona que atraviesa por una enfermedad grave, como por ejemplo un cáncer, decirle que comprendemos por lo que está pasando, sino hemos estado en esa situación. No es lo mismo decirle a una persona que ha perdido un ser querido, que entendemos sus dolor, cuando no hemos perdido a nadie. No es decirle a una persona que atraviesa serios momentos de escasez económica, cuando no hemos tenido que saltarnos alguna comida.
Todo en el maravilloso plan de Dios, tiene un motivo divino. Le pido al Espíritu Santo que me permita permanecer firme en la prueba y tener vivo ese recuerdo con el único afán de que utilice el consuelo que vino del Padre, para llevar ese mismos consuelo a otros.
Enriquezcamos nuestro arsenal de experiencias y pidámosle al Espíritu Santo que escojamos el consuelo propicio para algún hermano necesitado.