Cada día cuando invito al Señor Jesús que tome el timón de mi barca y que la lleve hacia donde le place, una sensación de paz llena mi interior.
Cuando pienso que si voy en mi barca es para dirigirme hacia la otra orilla o para trabajar por la pesca de ese día, sabiendo que Él va a mi lado con seguridad llegaré a la otra orilla y que regresaré con la pesca de cada día.
¡GRACIAS SEÑOR JESUS!