En los momentos de incertidumbre, en los que no entendemos por lo que estamos pasando y a veces en los sufrimientos, tenemos la oportunidad de percibir a Dios teniendo el absoluto control de todo, tenemos la oportunidad de llenarnos con su acción al calmar cualquier tormenta por la que estemos atravesando.
Cuando Jesús subió a la barca en que se encontraban los apóstoles, ordenó calma a la tempestad, enseñándome a no apartar la vista de su rostro, a tener los ojos fijos en el eterno YO SOY, ya que así les recordó a los apóstoles antes de subir «no teman soy yo…»
También me enseña que va con migo en su forma humana en mi barca, y que si permite que atraviese una tormenta, es para enseñarme que va conmigo, que ya calmó esa tormenta desde la eternidad y que si me permite vivirla, es para ver como actúa ante cualquier tormenta, es un regalo para sacudir el polvo de mi fe y recibir una nueva dosis de fe. Va en mi barca y si yo voy en la barca es para llegar a la otra orilla o para recoger mi provisión de peces. Entonces si va conmigo, llegaré salva a la otra orilla y recogeré la bendición de mi pesca.
¡GRACIAS SEÑOR!