Cuando la tentación viene, habla palabras dulces, amables, tiene una voz tan seductora como el canto de las sirenas. Pone su brazo tiernamente sobre mi hombro y me llena de un calor que me dice que sabe lo que verdaderamente necesito. Estúpidamente le pongo atención y como un manso corderito le entrego mi voluntad. Vuelvo a confiar en mi propio entendimiento y en lugar de buscar en las armas espirituales con las que mi Señor me ha aperado, cierro la puerta y una vez más confío en que hoy puedo y de que mañana me disciplino.
Volver a levantarme es muchas veces muy difícil y satanás sigue utilizando la misma estrategia que utilizó al principio conociendo mi debilidad, no la cambia, le ha funcionado.
PERO YA NO MAS, MI SEÑOR HA VENCIDO AL ENEMIGO, y yo debo honrar esa victoria.
Nadie dijo que no sería difícil, pero mi Señor ya cargó con esto y entregó su preciosísima vida por mi salvación, derramó su sangre y es mi turno de hacerle compañía.
