Recuerdo el final felíz de los cuentos que escuchaba de pequeña, principalmente en los que la princesa era rescatada por el príncipe, de la torre del castillo en donde la tenía presa un temible dragón.
Sólo después de su rescate pudo experimentar la inmensa dicha de ser libre y estar fuera del alcance del peligro.
Pero para experimentar ese sentimiento, para poder sentirlo en su carne tubo que pasar por el momento difícil del cautiverio.
Igualmente nos sucede, tenemos que atravesar la oscuridad para recibir la luz, debemos sufrir el momento de la enfermedad para celebrar la oportunidad de la sanación, debemos enfrentar el perder algo para compartir la alegría de haberlo encontrado, debemos aguardar ante una respuesta negativa porque adelante está la respuesta afirmativa.
Esperemos activamente, haciendo lo que nos toca hacer, dando lo mejor en cada situación y dejándole a Dios lo imposible.
No caigamos la quietud, hagamos lo que nos toca, hagamos nuestra parte, confiemos y esperemos, abandonémonos y lancémonos al vacío aunque el miedo se encuentre en nosotros y no sepamos cómo aquello va a terminar podemos cada día decir: Señor yo no sé pero Tú lo sabes todo.