Permitiendo al Espíritu Santo que me guíe, me encuentro comparando el don de someterse con el arte de someterse.
Muchas veces considerándome humilde (de lo cual hoy me río), pensé en mis luchas para resistir a las tentaciones, y cada día ofrecía al Señor mi esfuerzo por resistir, ideando una y mil formas para mantenerme invicta en esa lucha.
Qué lejos estaba, que ciega por las escamas de la soberbia que me impedían ver y escuchar lo que el Espíritu Santo en su murmullo constante me susurraba. Y un día gracias a que no se cansa de mí me permitió escucharlo cuando me demostró que lo que estaba haciendo era confiar en mis propias fuerzas. Arrancaba cada ofrecimiento pero sin reconocer ante mi Señor de que sola no puedo, dejé de seguir intentando ser la super mujer que lograría llegar al final del día y recibir la corona de la victoria por haber conseguido resistir.
Hoy sé que solo necesito reconocer con todo mi corazón de que sola no puedo, de que necesito de mi Padre para afrontar la resistencia y ver como el diablo huye.
Hoy viene a mi corazón y sale de mi boca un Padre ayúdame porque estoy por caer. y mientras recibo la fuerza que Él me envía, me conforta recordándome que por un instante de aguantar, de sufrir la privación, el gozo que me acompaña el resto del día y que se mantiene vivo en mis recuerdos es incomparable.
Me da la fuerza de no cambiar mi gozo por un plato de estofado.
Gracias Señor¡¡¡¡¡¡¡¡