ORACION
FREDERICK P. WOOD
«Bendito sea Dios Padre de nuestro Señor Jesucristo. Padre de misericordias y Dios de toda consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación por medio de la consolación que somos consolados por Dios…» 2C0 1, 3-4
Ante esos momentos difíciles por los que paso, meditar este versículo, llena de fuerza mi espíritu, porque además de hacerme recordar que Dios tiene el control absoluto de t o d o
refuerzo también el hecho de que todo en mi vida es lo único que Él permite que pase y que todo lo que llega ya pasó por sus dedos. Todo tiene un propósito y ante esos momentos, sé que serán una oportunidad de empatizar con alguien que necesite un consuelo de una persona que ya pasó por una situación sino igual, similar por la que está pasando.
No es lo mismo decirle a una persona que atraviesa por una enfermedad grave, como por ejemplo un cáncer, decirle que comprendemos por lo que está pasando, sino hemos estado en esa situación. No es lo mismo decirle a una persona que ha perdido un ser querido, que entendemos sus dolor, cuando no hemos perdido a nadie. No es decirle a una persona que atraviesa serios momentos de escasez económica, cuando no hemos tenido que saltarnos alguna comida.
Todo en el maravilloso plan de Dios, tiene un motivo divino. Le pido al Espíritu Santo que me permita permanecer firme en la prueba y tener vivo ese recuerdo con el único afán de que utilice el consuelo que vino del Padre, para llevar ese mismos consuelo a otros.
Enriquezcamos nuestro arsenal de experiencias y pidámosle al Espíritu Santo que escojamos el consuelo propicio para algún hermano necesitado.
Hoy vuelvo a escribir sobre las tentaciones.
Cuando le pedía al Espíritu Santo que me librara de las tentaciones, o al recordar cada vez que rezaba el Padre Nuestro » y no nos dejes caer en tentación…» pensaba que ya había logrado la victoria, pensaba que al reconocer una tentación era todo lo que se tenía que hacer. Una vez más ¡Qué ignorante!….¡Qué soberbiamente equivocada estaba!
Hoy sé que la mayor parte de la victoria sobre una tentación ya fue librada por el Espíritu Santo, y me guió para aprender en el proceso de la victoria sobre cualquier tentación que tengo que poner la parte parte que me corresponde y que es r e s i s t i r.
En mi caso una de las mayores tentaciones a las que me enfrento es la de la comida, principalmente todo lo dulce y pecaminoso lleno de carbohidratos y azúcares, más si siempre he tenido una fuerte y marcada tendencia a lo dulce y sobre todo porque soy diabética.
Estoy aprendiendo las una y mil formas que esta tentación se presenta, desde un antojo, una tentación física, hasta lo que últimamente descubrí en los programas de cocina y en algún juego descargado en el teléfono.
Ya de los programas de cocina con la fuerza del Espíritu Santo, me han llegado a aburrir, pero una jueguito descargado en mi celular, hasta después de cierto tiempo en el que he descubierto lo mucho que me gusta, comenzaron a aparecer figuras de postres, helados, pasteles y a través de las figuras estimulan el deseo de dar una que otra mordida, o de buscar satisfacer el antojo.
Comprendí, gracias al Espíritu Santo, la sutileza de esta tentación, espero alejarme y mientras lo logre, he aprendido a reconocer en este inofensivo juego, primero el anzuelo que me hizo disfrutar el jugarlo y luego el telón se levantó para dar paso a una diversidad del menú de comidas exquisitas, y no fue un despliegue de comida de tipo salado sino que apareció mi talón de Aquiles : lo dulce.
¡GRACIAS SEÑOR!
Muchas veces recurrí a citar este versículo cuando sentía que algo superaba mi capacidad de entender y específicamente cuando se acompañaba de inquietud, ansiedad, disgusto, temor…. lo repetía, más bien como si fuera algo mágico que me tomaría de la mano y me sacaría de esa situación. ¡Qué equivocada estaba!
Con el transitar del tiempo y principalmente con la guía del Espíritu Santo, que no se cansa de mí, aprendí, y sigo aprendiendo, el gran poder que este versículo nos regala, es una entrega a la voluntad de Dios, nos lleva a dejarlo ser Dios en nuestra vida, a recibir el gozo de la verdadera libertad de saber de que Él tiene el absoluto control de todo.
Es comprender cómo hasta lo malo por lo que estamos pasando, sea alguna consecuencia por nuestras irresponsabilidades o por nuestro mal proceder, Dios en su inmenso amor y en su infinita misericordia que es nueva cada día, trabaja lo pasado con lo presente y lo transforma de manera que veamos en nuestro futuro, que sólo Él conoce, el bien que sacó de algo malo.
Cuando medito, ya sin sentimientos de angustia o temor en este versículo, cuando lo repito como una hermosa alabanza, me doy cuenta que es un estilo de vida, es recibir y disfrutar de esa paz que sobrepasa todo entendimiento y que guarda nuestras mentes y nuestros corazones en Cristo Jesús.
No soy una persona alcohólica por lo que no he experimentado lo que es querer ingerir tanto alcohol como el deseo te lo permita y la conciencia todavía nos permita estar en pie.
Pero sí tengo muy arraigado el vicio de la comida llevándome a la glotonería y en algunas ocasiones a caer en el espantoso pecado de la gula.
Después de haberme entregado a la comilona, experimento un malestar físico de llenazón, somnolencia, pesadez, dolor, pero también se acompaña de aquel malestar mental del arrepentimiento de no haber resistido un poquito, dándole espacio al Señor de actuar al haber resistido a la tentación.
Me he dado cuenta que tengo la tendencia de apoyarme en mi propio entendimiento y creyendo que puedo controlar la situación, fácilmente caigo en la tentación pensando que debo aprovechar el momento y abstenerme el siguiente día, ¡qué soberbia y estúpidamente ilusa!
Pienso que esa tendencia, de aprovechar todo cuanto puedo comer, pensando que en el mañana ya no habría tal oportunidad, lo podría comparar con el hecho cuando alguien en Israel trató de guardar todo el maná que pudo para el día siguiente, descubriendo que éste se arruinaba, se llenaba de gusanos. Y en ese preciso momento comparé, gracias al Espíritu Santo, el malestar que me producía el haber dado rienda suelta a mi gula era la representación de esos gusanos que arruinaban el gusto que había escasamente disfrutado antes de haberme entregado a la comilona.
Pienso que es una experiencia muy parecida a la que experimentan los que son presa del alcohol o de cualquier otro vicio.
Le pido al Espíritu Santo que nos ayude a estar siempre alertas a esas tentaciones, personalizadas, porque satanás conoce nuestros talones de Aquiles, y que nos permita resistir.