Cuando comencé a fomentar cada día mi lectura en la Palabra de mi Padre, uno de los personajes que cautivó mi corazón fue Caleb, en primer lugar cuando fue nombrado para ir a inspeccionar la Tierra Prometida con otros hombres de la tribu, él y Josué fueron los únicos que dando un buen testimonio de lo que habían visto, estaban agradeciendo a Dios. Nu. 14, 5-7, confiaron plenamente en el Señor y no se amedrentaron ante el esfuerzo que tendrían que hace, ante lo que tendrían que renunciar, ante lo que tendrían que enfrentar….. recordaban y confiaban en el Dios Todopoderoso que los había sacado de Egipto, que los había guiado y protegido en su paso por el desierto, el Dios que los había alimentado y saciado su sed.
Cuando iniciaron la conquista, Caleb no reclamó el hecho de que había llegado su momento para poseer su parte, ayudó con su fuerza, su estrategia, sus talentos y dones peleando junto a sus hermanos para que cada uno recibiera su parte. Y fue al final cuando recordó una promesa de Dios que mantuvo viva y le llevó a reclamar su preciada porción.
Me encanta cuando hizo un recuento de la edad que tenía cuando inició su viaje a través del desierto y 45 años más viejo, gracias a su entrega al Señor confesó que sentía la misma fuerza para conquistar y poseer su tierra.
¡Qué invencibles somos al confiar en nuestro Padre!
