Cada enemigo que enfrentamos, nos brinda la oportunidad de ver cara a cara lo que tanto tememos, no es de esquivarlo, no es de cambiar el camino ni mucho menos rendirnos entregándonos a sus manipulaciones. Cada enemigo que enfrentamos es una oportunidad de acostumbrarnos a vestir la armadura de Dios para que así como dice en su palabra, poder hacerle frente al día malo, y después de haber vencido en todo: r e s i s t i r.
Cuando sentimos que los enemigos internos cobran fuerza, podemos desenvainar la espada de la palabra de Dios, levantar el escudo de la fe y atacar las flechas incendiarias del enemigo.
Es una oportunidad de descubrir la grandeza de Dios que nos permite coronar las victorias del día, porque es gracias a su inmenso amor y su infinita misericordia que es nueva cada día que coronamos cada victoria.
¡GRACIAS SEÑOR JESUS!