Muchas veces no escuchamos la voz de Dios, que nos habla con la suavidad de una brisa, en un leve murmullo, y como no lo escuchamos, pensamos que Él tampoco nos escucha.
En su libro ¨Muéstranos al Padre¨, el padre Hugo Estrada, nos muestra como en nuestro diario correr, tendemos a darle a Dios el mismo trato que le damos a una computadora: lo encendemos, le introducimos la información de lo que queremos y lo volvemos a apagar, y en repetidas ocasiones hasta llegamos a desenchufarlo.
Otras veces como Marta pensamos que obtendremos la atención de nuestro Señor por lo que hacemos, y confiando en nuestros propios criterios y ya cansados nos dirigimos a Él en son de queja.
En otras ocasiones como el profeta Elías o como Naamán, el sirio, esperamos escucharlo a través de cosas visiblemente o ruidosamente espectaculares, de a cuerdo a nuestra imaginación y Dios se hizo escuchar a través de una suave brisa en el caso del profeta y a través de una acción tan simple como le indicó a Naamán.
Ponemos más énfasis en lo que vamos a pedir, cuando sería mejor comenzar con una plática con nuestro Padre, en primer lugar reconociendo que Él tiene el poder de todo, que lo que llega a nosotros ya paso por sus manos, recordemos las oportunidades cuando actuó en situaciones muy difíciles de nuestra vida y en la vida de tantas personas que encontramos en la Biblia, el mismo Dios que actuó en el pasado es el mismo Dios de hoy y de mañana y para Él siempre es hoy, no fue ni será, es siempre hoy.
Busquemos primero al Señor, reconozcámosle que es el Dios Altísimo que lo controla todo y poco a poco lograremos ir desenvolviendo nuestra angustia y nuestro pesar ante Él.
Cuando María Magdalena buscó a su amadísimo Señor entre los muertos, afanada en verle como ella lo imaginaba, no logró reconocerle cuando se le apareció, pero en cuanto escuchó su nombre a través de aquel quien ella pensó era el jardinero del lugar, inmediatamente se postró ante Él reconociendo a su Señor.
Sigamos el ejemplos de María Magdalena y busquemos con el corazón al Señor para encontrarnos con el verdadero Señor y no con el que nos hemos auto imaginado.