Cuando Jesús nació, no jugó a ser humano. Él conoció la traición, tentación, dolor, tristeza, soledad, angustia, hambre, sed, rechazo, críticas, golpes, escupitajos……todo lo que cada uno de nosotros experimenta, y no todos experimentamos lo mismo, Él sí albergó en su carne todo sentimiento. Por eso nos entiende, nos consuela, nos da la fortaleza que necesitamos para resistir porque también ya cargó y venció esa tentación que nos hace caer.
Si la ansiedad está pasando sus vacaciones en nuestro espíritu, Jesús nos ha vestido con su paz, esa paz que sobrepasa todo entendimiento.
Si estamos pasando por una situación escabrosa, albergando incertidumbre, temor, Jesús ha calmado todas y cada una de nuestras tormentas.
Si la carencia física vuela como ave de mal agüero a nuestro alrededor, Jesús nos manda a sentar sobre pastos verdes y nos entrega una provisión que tiene preparada desde la eternidad, una provisión que no necesitamos ver para saber que existe mucho antes de que la necesidad exista y que se queda con nosotros en esas sobras que nos pide que recojamos para que no se desperdicien. Para que no se desperdicien en nuestro olvido, de que Él ya proveyó hasta para lo que todavía no existe.
¡GRACIAS AMADO JESUS!
