Mt. 5,1

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».

Pienso que una persona pobre el carecer de tantas cosas, enfoca sus energías en buscar lo verdaderamente esencial, no se desgasta en la búsqueda de cosas superficiales que solo pueden complacer gustos o antojos superficiales que no suplen en realidad la verdadera necesidad.
También pienso que constantemente están en esa búsqueda y mientras no encuentren, siguen esperanzados de que siempre hay un mañana para reanudar su búsqueda, que siempre existe la esperanza de que pueden seguir en el proceso de la búsqueda hasta encontrar.

Por eso creo, de manera muy particular, que Jesús nos aseguró que al ser pobres de espíritu, llegaríamos a poseer el reino de los cielos. Un reino que no conocemos físicamente pero que existe, en su palabra Dios nos dice que se deja encontrar si lo buscamos de corazón.
Al ser pobres no desperdiciamos energías tras la búsqueda por satisfacción de la carne, la satisfacción de los ojos ni la vanagloria. Enfocamos nuestro ser en obedecer nuestra pobreza, esa pobreza que nos impulsa a buscar la verdad, el camino y la vida que es Jesús.
















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