Muchas veces, por no decir, siempre, escucho el consejo de diezmar y la seguridad de ver mis provisiones físicas y materiales incrementadas.
No estando segura de hacer caso a este consejo, y creo que por falta de fe, por falta de confiar en mi Padre de que me permitiría disfrutar de ese beneficio, no me atreví a intentarlo, hasta que un día sin darme cuenta, tuve la oportunidad de brindarle mi ayuda económica a cierta persona.
Se me presentó la oportunidad y sin pensarlo dos veces y logré hacerlo yendo un poco más lejos de la milla esperada, y por un instante en mi vida, el inmenso gozo que me embargó, llenó todo mi ser, fue un gozo tan exuberante que se desbordó a través de los poros de mi cuerpo. Fue una experiencia que me dejó esperando la siguiente oportunidad de repetir la misma acción o alguna similar.
Fue entonces cuando comprendí que los cielos se habían abierto para llenar mi corazón de bendición, de un sentimiento tan indescriptiblemente inmenso y comprendí como había recibido la recompensa por mi diezmo.
Aprendí a buscar la oportunidad de servir al Señor no solo a través de cumplir con un diez por ciento de mis ingresos económicos, aprendí a entregar lo que el pone en mi corazón y a hacerlo a su manera y no a la mía.
Permitiendo al Espíritu Santo que me guíe, me encuentro comparando el don de someterse con el arte de someterse. Muchas veces considerándome humilde (de lo cual hoy me río), pensé en mis luchas para resistir a las tentaciones, y cada día ofrecía al Señor mi esfuerzo por resistir, ideando una y mil formas para mantenerme invicta en esa lucha.
Qué lejos estaba, que ciega por las escamas de la soberbia que me impedían ver y escuchar lo que el Espíritu Santo en su murmullo constante me susurraba. Y un día gracias a que no se cansa de mí me permitió escucharlo cuando me demostró que lo que estaba haciendo era confiar en mis propias fuerzas. Arrancaba cada ofrecimiento pero sin reconocer ante mi Señor de que sola no puedo, dejé de seguir intentando ser la super mujer que lograría llegar al final del día y recibir la corona de la victoria por haber conseguido resistir.
Hoy sé que solo necesito reconocer con todo mi corazón de que sola no puedo, de que necesito de mi Padre para afrontar la resistencia y ver como el diablo huye. Hoy viene a mi corazón y sale de mi boca un Padre ayúdame porque estoy por caer. y mientras recibo la fuerza que Él me envía, me conforta recordándome que por un instante de aguantar, de sufrir la privación, el gozo que me acompaña el resto del día y que se mantiene vivo en mis recuerdos es incomparable.
Me da la fuerza de no cambiar mi gozo por un plato de estofado.
Al iniciar mi día en la oración, después de agradecer al Padre el que haya preparado mi día con tanto amor, soy consiente de que está lleno de su presencia, de su esencia, de su propósito y de su voluntad. Es cuando siendo consiente de esto que le pido con todo mi corazón que no deje pasar el día si no me tropiezo con Él. Tropezarme cada día con mi Señor es la oportunidad de verle, de sentirle la confirmación de que está ahí con migo.
Un día de estos, volviendo a leer sermones, prédicas, lecturas que Él hace llegar cada día, para mi alimento espiritual, llegué a un sermón que había marcado como importante y no sé porqué fue que lo marqué.
El sermón fue predicado por el Dr. Charles Stanley «Cuando la Duda está en el Trabajo», de repente vino a mi recuerdo una niñita es su primer día de clases, aproximadamente segundo o tercer grado, estaba con su mamá almorzando en Burger King y pese a la deliciosa comida, y todo su ajuar para iniciar el año en color rosa, la carita de aquella niñita reflejaba ansiedad, un no querer iniciar su año escolar.
Esa carita me transportó a mis años de mamá de segundo, tercer y sucesivos años de primaria por los que pasamos mi hija y yo. cuando ante las actitudes irrespetuosas y de desprecio de sus compañeras, tratando siempre de adaptarse y siendo siempre despreciada o la última que era escogida para ser parte de un grupo.
Este hecho de recordar aquella carita triste, fue el gatillo que disparó mi deseo de comenzar un ayuno cuaresmal que había estado rondando desde el inicio de la Cuaresma, pero que por cobarde no había dado el paso definitivo, pensando que no podría con la mortificación. Mi pensamiento se entregó a todas las madres que la hemos, la estamos y estaremos pasando mal con esos desprecios y el Señor en su inmenso amor y en su infinita misericordia que es nueva cada día, me dio el impulso y la fuerza de un SI SEÑOR.
Lo más maravilloso del caso es que después de haber interrumpido mi lectura para este ofrecimiento, la lectura terminó con el capítulo dos de Efesios, versículo diez (Ef 2,10) en el que San Pablo nos dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que las practicáramos».
Fue para mí un tropezón de primera calidad con el Señor y me dí cuenta que aunque no encontré el motivo original por el que el sermón fue marcado, éste había sido sin yo saberlo el motivo verdadero.
Sí de verdad buscamos al Señor, Él se deja encontrar.
«El demonio no duerme, ni la carne está aun muerta, por eso no ceses de prepararte para la batalla porque a diestra y a siniestra están los enemigos que nunca descansan» Santo TOMAS DE KEMPIS «Imitación de Cristo.»
«El humilde recibida la afrenta, está en paz, porque descansa en Dios, y no en el mundo para recibirla no sólo es dejar que caiga sobre nosotros, es abrazarla.» Santo Tomás de Kempis
Dios prepara cada día de nuestras vidas con amor, todo lo que llega a nosotros ya pasó por sus dedos y cada día está lleno de su presencia, de su esencia de su voluntad. Acostumbrados a tanta bendición, no estamos acostumbrados a agradecerle y cuando la adversidad llega a nuestras vidas, sea a través de una espina en el zapato o una catástrofe, no perdemos un segundo en expresar nuestro «Y porqué a mi».
El Dr. David Jeremiah comparte un lo que Erwin Lutzer, escribe en su libro «Donde Estaba Dios». menciona varias respuestas ante la pregunta que muchas veces hacemos ante un desastre natural: ¿Porqué tantas personas mueren en desastres naturales?
«¿Porqué tantas personas incluyéndonos aun vivimos? El sol y los cultivos son signos de la Gracia de Dios, ¿Cuántas personas le agradecemos por un buen clima? ¿Y los numerosos beneficios que la naturaleza nos brinda en este planeta? El sol nos ilumina, nos da calor, la lluvia cae para bendecirnos, y las estrellas brillan para recordarnos que Dios no solo está en los cielos sino también en la tierra para llenarnos de sus Gracias que no merecemos. Deberíamos dar gracias cuando la tierra permanece firme y no tiembla, cuando no hay tornados, cuando no hay inundaciones. En el libro de Lamentaciones el profeta Jeremías dice que la misericordia del Señor es nueva cada día. La vida es un regalo de Dios y Él tiene el derecho de darla o quitarla, Dios no está obligado de darnos bendiciones, graciosamente busca dárnoslas.
Muchas quienes preguntan dónde estaba Dios ante los desastres naturales, no son consientes de que son bendecidos y se niegan a alabar a Dios por tantos años de paz, de calma, de bienestar en sus vidas. Piensan que Dios está obligado a darles ayuda en la adversidad, piensan que al Dios a quien deshonran en la salud, obligadamente los tiene que sanar, al Dios al que ignoran en la abundancia debe rescatarlos de la pobreza. Al Dios al que se niegan a alabar debe siempre rescatarlos cuando la tierra tiembla. Dios no nos debe nada, antes de acusarlo de que no cuida de nosotros, agradezcamos cómo nos cuida, somos bendecidos aun en su silencio.»
Aprendamos a mirar las intervenciones de Dios con otros ojos.
Cuando pienso que tenemos dos intercesores, qué digo, los dos Super Intercesores, más puros y poderosos que podamos alguna vez tener que constantemente están intercediendo por nosotros ante nuestro amado Padre Celestial: JESÚS y EL ESPÍERITU SANTO.
Pienso en JESÚS que en su eterna humanidad que está sentado a la derecha de Dios, celebrando su eterno triunfo sobre el pecado y la muerte y al mismo tiempo intercediendo por nosotros, me gusta imaginármelo que colocando su mano, talvez sobre la rodilla de Dios, transmite de la manera más pura y exacta por lo que humanamente estamos pasando, permitiendo al Padre sentir de la manera más exacta lo que aflige nuestra alma, lo que aprieta nuestro corazón, el sentir de nuestros anhelos y deseos más profundos, así también nuestro agradecimiento ante toda oportunidad que se nos presente, transmite nuestra alegría, nuestros logros…..tantos acontecimientos que como humanos pasamos cada momento del día.
En cuanto al Santísimo ESPIRITU SANTO, intercede con sonidos indecibles, porque Él conoce lo que hay en nuestro Espíritu, porque sabe los deseos que ni nosotros sabemos que tenemos, porque como dice en la Palabra del Señor, no sabemos cómo pedir. Porque presenta al Padre todo aquello que no puede ser presentado en lenguaje humano.
Qué grande eres amadísimo Padre que te interesas y nos amas tanto que siendo El Dios Altísimo Todo Poderoso absorbes nuestra humanidad a través de tu Amadísimo Hijo y recibes nuestro Espíritu a través del Espíritu Santo.
Leyendo un artículo un día de estos, me topé con la siguiente historia: Un perrito llamado Sunny y de cómo fue rescatado por un entrenador antes de ser puesto a dormir y cómo terminó siendo estrella en la producción del musical de Annie.
La meditación que se hace de este relato es que cuando estamos destinados a la destrucción, de alguna manera el Señor nos ve y nos rescata, Él tiene para notros roles y protagónicos en su Reino.
Mucho decimos y escuchamos cuando hablamos del tema de juzgar a los demás y quiero compartir un ejemplo que leí en un sermón, cuando se estaba impidiendo que cierta persona participara en la actividad de formar parte del grupo de catequistas en un grupo. La opinión era fuertemente rechazar a esa persona, pero no por un estudio objetivo de su forma de ser, sino porque no era del agrado de algunos que tomaban la decisión. Aquí va el ejemplo:
«En una de las iglesias fuertemente creciente y llegando a ser la más grande del cristianismo, un hombre fue requerido para predicar un sermón, el hombre era conocido por ser un bocón, extremadamente sincero pero la mayor parte bastante problemático, conocido por tropezar cando las tensiones emocionales recaían sobre él, en una ocasión llegó a tomar el Santo Nombre de Dios en vano y en algunas veces desobedeció instrucciones. ¿Podría este hombre tener el derecho de predicar un sermón en esa iglesia? La unánime respuesta de un NO fue escuchada con indignación. A lo que el expositor respondió, Pedro quien predicó el primer sermón en Pentecostés el día de Pentecostés, semanas antes de esa ocasión juró no conocer a Jesús, maldijo, profanó, lideró a los otros discípulos que se fueran de pesca, cuando las instrucciones eran que fueran a predicar, pero Dios conociéndolo lo tomó tal cual era y lo preparó y lo designó para predicar el primer sermón en la iglesia cristiana».