EJERCITANDO EL PERDON
Debemos perdonar como hemos sido perdonados.
Debemos perdonar para ser perdonados.
Si tu ojo derecho te hace caer en pecado, sácatelo y tíralo lejos de tí….. y si tu mano derecha te hace caer en pecado, córtatela y tírala lejos de tí…. Mt. 5, 29-30
Pienso que así como toda la enseñanza que recibimos por medio de la palabra escrita y que está viva, que es la Biblia, podemos sentir ese hilo invisible que unifica capítulos y versículos escritos por diversos personajes en diferentes tiempos.
En los versículos de este capítulo del evangelio de San Mateo, siento que es como una repetición dicha de diferente manera en un tiempo diferente, cuando Dios condenaba al anatema a todo aquello que podría corrompernos a través del pecado.
Es como una detección de un cáncer al que hay que atacar y cortar de raíz, con el propósito de evitar una propagación.
Comparo esta orden de Jesús y, de manera muy personal, el mandato de arrancarme el ojo o la mano para no caer en pecado es apartar todo el mal que puede entrar a nuestro corazón a través de la vista, la tentación que se nos presenta a través de un delicioso platillo cuando ya estamos satisfechos y que de esa manera nos incita a la gula, el ver con intenciones sexuales o de hacer daño al prójimo, el ver programas dañinos en la televisión o a través del internet, el codiciar los bienes de otros llevándonos a pecar con la mano. Es practicar un auto anatema en aquello que le abra nuestra puerta al pecado.
Espíritu Santo bendícenos incrementando en nosotros el don del discernimiento por favor para mantenernos agradando al Padre con nuestro rechazo hacia la carne, el mundo y satanás.
«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos».
Pienso que una persona pobre el carecer de tantas cosas, enfoca sus energías en buscar lo verdaderamente esencial, no se desgasta en la búsqueda de cosas superficiales que solo pueden complacer gustos o antojos superficiales que no suplen en realidad la verdadera necesidad.
También pienso que constantemente están en esa búsqueda y mientras no encuentren, siguen esperanzados de que siempre hay un mañana para reanudar su búsqueda, que siempre existe la esperanza de que pueden seguir en el proceso de la búsqueda hasta encontrar.
Por eso creo, de manera muy particular, que Jesús nos aseguró que al ser pobres de espíritu, llegaríamos a poseer el reino de los cielos. Un reino que no conocemos físicamente pero que existe, en su palabra Dios nos dice que se deja encontrar si lo buscamos de corazón.
Al ser pobres no desperdiciamos energías tras la búsqueda por satisfacción de la carne, la satisfacción de los ojos ni la vanagloria. Enfocamos nuestro ser en obedecer nuestra pobreza, esa pobreza que nos impulsa a buscar la verdad, el camino y la vida que es Jesús.
Algunas descripciones de Jesús que encontramos en la Biblia:
Él es alfa y omega, el Ungido, el amado de Dios, Él es la estrella brillante de la mañana, el carpintero de Nazaret, es el Cristo de Gloria, el siempre eterno Dios, es el principio y el fin, la fidelidad y la verdad, Él es el único, el altísimo sacerdote, Él es Emanuel, el intercesor, eñ juez de toda la tierra, es el lirio del valle, Él es el Cordero de Dios, el león de Judá, es el Señor de Señores, es el maná del cielo, la roca de donde brota el agua, el agua que quita la sed, es el nazareno, es el príncipe de paz, es el redentor, el maestro, la roca. Él es el Hijo de Dios, el hijo de María, el Hijo del hombre, es el salvador del mundo. Es el Hijo de Dios nacido de una virgen, es el maestro que viene de Dios, es el camino, la verdad y la vida. Es la palabra de Dios hecha carne.
Este es el Jesús que conocemos, que amamos, a quien servimos y en quien confiamos.
En repetidas ocasiones me he preguntado ¿qué hubiera hecho al estar al pié de la cruz contemplando tu dolor, tu agonía, tu pronta muerte?
Talvez no logre especificar lo que habría hecho, muchos pensamientos me indican lo que posiblemente haría.
Luego recapacito y me doy cuenta de la severa crítica que muchas veces tuve hacia las personas que se encontraban agrediéndote verbalmente, blasfemando y golpeándote con pensamientos de desprecio porque no eras el fantoche imaginado por nosotros y no pudimos reconocerte como al verdadero Mesías……. y de repente…….me doy cuenta de que sí estuve ahí, actuando lo que siempre he criticado y lo peor de todo es que aún lo hago cuando actúo con dobles intenciones, cuando dejo que la lengua viperina que tengo se entretenga en el chambre, cuando afilo mis oídos al rumor y mis pies se preparan para esparcirlo.
Señor, que pena y tristeza sentí al darme cuenta de que también me he perdido de la oportunidad de reconocerte como al verdadero Mesías……. pero en tu inmenso amor e infinita misericordia que es nueva cada día, me enseñas que mis acciones no te sorprenden, que ya las conoces así como también todas las pruebas que seguiré fallando. Pero conociendo lo que hay en mi corazón, en mi espíritu sabes el profundo deseo que tengo de no seguir siendo verdugo de Tí.
¡GRACIAS SEÑOR!
Siempre pensé que reconocer cuando se nos presenta alguna tentación, solo por el hecho de reconocerla, ya habíamos vencido. Una vez más, estúpidamente dejándome guiar por mi soberbia, me apoyaba en mi propio entendimiento en lugar de confiar en mi Padre con todo mi corazón.
Pero un vez más gracias al Espíritu Santo, que no se cansa de mí, escuché como me susurraba que me faltaba tomar de mi arsenal un arma poderosa como lo es el R E S I S T I R. Y, ¿cómo aprendería a utilizar esta arma si no practicaba con ella? me dí cuenta a través de dos lecturas de la biblia, aunque hay muchas, de como la palabra R E S I S T I R, va acompañando cualquier lucha y es muy necesaria después de la victoria.
En 1Co. 10, 13 «….Él les dará, al mismo tiempo que la tentación, los medios para resistir.»
En Ef. 6, 13 «Por eso pónganse la armadura de Dios para enfrentar el día malo, y cuando hayan vencido en todo resistir».
Me dí cuenta que nunca había ni siquiera luchado por no caer en tentación, hablo de la comida que es uno de mis puntos débiles, escuché un sermón sobre la tentación que me preguntó de manera muy directa «¿cuanto has luchado?, ¿cuánto has sudado?, ¿cuánto has padecido?…….. y así comenzaron a llegar varias interrogantes que me hicieron comprender mi realidad que yo esperaba vencer la tentación con un botón mágico.
Pero ¿cómo me volvería fuerte para tener un NO? solo lo estoy consiguiendo haciendo frente a la lucha de cada día, a esa lucha que estoy aprendiendo a no temer y esa llaguita que me hacía ver la tentación como espectadora, ahora al permitir que entre en mi torrente sanguíneo, aprendo a conocer la fuerza que me permite resistir con la ayuda de Dios, y esa llaguita va adquiriendo la dureza de un callo.
Pero he tenido a no ver la situación siendo parte del auditorium espectador, sino he pasado a ser protagonista, recordando constantemente que no tengo un espíritu de temor, sino de poder, de amor de dominio propio.
¡GRACIAS SEÑOR!