Muchas veces he escuchado esta afirmación, y en varias ocasiones la he escuchado de personas que están esperando que algo se solucione en sus vidas. Creo que a veces reemplaza el famoso «Ojalá» que es un qiera Alá, en algún idioma de Medio Oriente y que ahora no recuerdo el nombre.
Volviendo al comentario de mi observación, he visto decir esta afirmación como un grito desesperado ante las cosas que no van como lo esperamos pero que no daremos ni un paso atrás admitiendo que estamos equivocados, o que tenemos que volver a empezar, o que hay que dar otra oportunidad y otras tantas situaciones a las que le queda perfectamente esta afirmación.
Pero cuando medito en el quinto misterio de Gozo del Santísimo Rosario, El Niño perdido y hallado en el Templo después de tres días de ausencia. Me pregunto qué habría pasado si nuestra Santísima Madre y su amado esposo San José, no hubieran desandado el camino marcha atrás para buscar a Jesús. Regresaron lo recorrido y durante tres días buscaron a Jesús, y seguramente hubieran siempre buscado hasta encontrarle aún si esta acción hubiese tomado más tiempo.
Qué gran lección de amor, que sabiduría y grandeza en la humildad, me he propuesto acallar los ruidos externos a mi alrededor que incitan mi carne a creer en tantas falsedades, sé que Dios en su Espíritu Santo y que habita dentro de mí que es ese constante murmullo que me indica si hacia la izquierda o hacia la derecha, que adelante o que retroceda o bien me mantenga quieta en donde estoy.
He de retroceder cada vez que sea necesario para llenarme de lo que tal vez me perdí en el corre corre de cada día.
¡GRACIAS SEÑOR JESUS porque te quedaste en el Templo y nos has enseñado esta grandiosa lección.