En el libro de 1Samuel en el capítulo 1, 1-8 encontramos la historia de Ana, la madre del profeta Samuel, cómo sufría por ser estéril y cómo oró a Dios derramando su corazón y depositando toda su confianza en el deseo de tener un hijo.
Vivía una situación muy difícil porque el hecho de ser una mujer estéril en su época era una deshonra y además sufría las ofensas de Penina, la otra esposa de Elcana, su marido, quien disfrutaba presionando la herida de no poder tener hijos. Sin embargo su esposo la amaba mucho y le daba lo mejor de lo que tenía. Elcana al ver la tristeza de Ana, se ofrecía a ella diciéndole que él era algo muy bueno para ella, inclusive llegó a decirle que era mejor que diez hijos.
Pienso que también nosotros llevamos en nuestro interior una Penina, que nos impide de disfrutar en su totalidad de cada día, nos impide disfrutar de ese Elcana que Dios ha dispuesta para cada día, ese Elcana que no necesariamente es una persona, ese Elcana que simboliza lo que Dios ha preparado para nosotros cada día.
Esa Penina que llevamos dentro, enfoca todo su esfuerzo en incrementar el peso de nuestras limitaciones enfocándolas en un «hasta aquí puedes» un «ya no hay más paso hacia adelante» y otros enfoques que nos llevan a desanimarnos, a dejar de esforzarnos, a dejar de seguir creyendo. Es una Penina que constantemente nos recuerda los errores pasados enfocándose en que no tenemos más oportunidades.
Pienso en la importancia de que aunque no podemos evitar esa voz dentro de nosotros, tenemos un Dios y Padre amoroso y Todopoderoso, podemos aprender de la persistencia de Ana en la oración y en la espera en el Señor.
Recibió lo que tanto anhelaba y entregó a su hijo a Dios, nosotros también podemos entregar ese hijo, no físico, sino ese hijo que es el triunfo de haber conseguido victoria sobre las tentaciones, el pecado, las malas acciones, los malos deseos y pensamientos.
Ana es un maravilloso ejemplo a seguir, a no desfallecer, a no fijarnos únicamente en la Peninas que llevamos dentro, sino a utilizarlas para ponerlas a la voluntad del Señor.