Meditando en el milagro de las multiplicaciones de los peces y los panes, en la parte cuando Jesús le dice a Felipe que ellos van a alimentar a todas las personas que se encontraban, específicamente el momento en el que Felipe le dice que no sabe cómo va a hacer para lograr esa hazaña, Jesús le muestra que Él sí sabe cómo y qué va a hacer.
Jesús sabía lo que haría desde la eternidad, me encanta que esperó la confesión, la entrega, el sometimiento de Felipe que sin tanto rodeo le dijo que no sabía cómo hacer.
Es en ese preciso momento en el que reconocemos que sin el Señor no podemos, ni sabemos, en ese momento cuando lo dejamos ser Dios en nuestra vida.
El Señor nos hace sentar cada día sobre verdes pastos y lleva hasta cada uno de nosotros esa provisión que existe desde la eternidad y que existe mucho antes de que la necesidad aparezca.
Por eso cuando, más adelante ve la preocupación de los apóstoles por no llevar pan, los reprende y les recuerda en las dos ocasiones cómo todos nos saciamos y hasta sobras recogimos, cómo una necesidad había sido atendida mucho antes de que existiera.
Cada vez que experimento un asomo de preocupación ante la provisión que no veo, recuerdo esa vez, que tampoco había nada a la vista, recuerdo de las sobras que se recogieron. Y sé que cuento con un pedacito de sobra recogida en el canasto de mi corazón y que ese canasto está lleno de sobras hasta para cada necesidad mucho antes de que exista.
Recuerdo cuando el Señor dijo que se recogieran para que no se perdieran, y así mantengo viva esa orden, para que esas sobras no se estropeen, que no se hechen a perder en el olvido, sino que permanezcan vivas, permitiéndome llenar la necesidad que aún no existe.
¡GRACIAS AMADO SEÑOR!