«El pecado desafió el mandamiento, despertando en mí toda suerte de codicias, mientras que sin ley el pecado era cosa muerta».
En repetidas ocasiones leí este versículo sin realmente entender a que se refería, hoy con la guía del Espírito Santo entiendo un poquito más.
Entiendo que el pecado siempre ha existido moviéndose libremente y cuando vino la ley con todas las prohibiciones, para nuestro bien, el pecado tomó notoriedad, se esmeró en hacerse partícipe en nuestras vidas, se esmeró en sobresalir y por eso dice que desafió el mandamiento, actuó en la natural forma de que cuando existe un NO hagas, NO digas, NO pienses, NO a la tentación es cuando toma fuerza y todos los reflectores apuntan hacia él incrementando su notoriedad, haciéndonos llevar la contraria.
Al pecado le vale madre cualquier tipo de prohibición y acuerpándose con las exigencias de la carne, nos hace hacer cosas que de verdad no queremos. Es como el niño al que se le dice que se aleje de los tomacorrientes y lo primero que hace es buscar un tenedor para introducirlo en el tomacorriente.
Definitivamente la prohibición es lo que le da vida y fuerza al pecado, porque como dice San Pablo que ante un no, nace inmediatamente el deseo de llevar la contraria.
«Cuando llegó el mandamiento, le dio nuevamente vida al pecado». Rm7, 9
El pecado se sirve de algo bueno que es el mandamiento, que es algo bueno, para darnos muerte.