Pienso en este momento dos episodios que aparecen en la Biblia y que siento que están tan relacionados aunque se hayan presentado con cientos de años de diferencia.
El primero es cuando recuerdo la travesía de Israel por el desierto camino hacia la tierra prometida. Atravesaron el desierto durante cuarenta años, siguiendo la indicación de Dios de cuando levantar sus tiendas y hacia donde asentar el nuevo campamento, así como el tiempo que permanecerían en el nuevo lugar.
El segundo momento es cuando el Señor Jesús en la barca con los apóstoles les indican que vayan mar adentro «duc in altum», indicándoles donde tirar las redes, y lo vuelve a hacer después de resucitado caminando por la playa y encuentra a los apóstoles afanados en la pesca sin conseguir nada, una vez más. Les dice hacia donde lanzar las redes.
Israel hizo caso sin importar si pasaban meses o años o hasta solo unos días y luego a mover todo hacia otro lugar, no les importó a los apóstoles recoger las redes para probar otro lugar.
Al confiar en Dios recibimos una de tantas promesas: que los planes del Señor están por encima de los nuestros, como están los cielos por encima de la tierra.
Muchas veces no podemos entender la situación por la que estamos pasando, pero pidiéndole al Espíritu Santo que nos guíe y nos ayude a escuchar al Señor, vamos por camino seguro, aunque la situación pinte todo lo contrario.
No nos preocupemos si hay que movernos, si tenemos que dejar algo, si tenemos que cambiar algo, porque Dios es el mismo ayer, hoy y siempre,
Para Dios siempre es hoy aun así recordemos sus acciones en un tiempo en el que no nos encontrábamos de manera física, Él nos conoce, Él nos vio aun cuando ninguno de nuestro días existía.
Levantemos la tienda donde nos indique, tiremos la red donde nos señale y preparémonos para esas espectaculares bendiciones.