Cuando pienso que la vida de la profetiza Ana, dedicada a servir a Dios por medio de ayunos y oración, sirviendo en el Templo desde su juventud al quedar viuda, tiene una similitud a la vida de san Juan Bautista, quien vivió en el desierto despojado de toda clase de comodidad, de comidas suculentas que rebalsaran el gusto.
Y en qué parte de sus vidas enfoco mi atención? en la parte que confirma que para mí son las personas que lo tuvieron todo teniendo la nada.
Vivieron una vida completamente plena cuando no dependieron de las comodidades o gustos momentáneos que ofrece la vida. No hubo nada que alguna vez hayan probado y se hayan quedando con la añoranza de repetir algo, porque el gusto se encaprichaba al querer disfrutar nuevamente de algo que por un instante había comprometido el querer más.
Qué dicha tan grande poder pasar por lugares donde la campanita del deseo despierta las exigencias de la carne, y tener la firmeza de oponerse a la tentación porque se tiene la voluntad entrenada al gusto por el no desear lo que nunca hemos tenido.
Sin duda alguna han sido las personas que lo han tenido en el tener nada.