¨Porqué estás triste, oh alma mía? Porqué gimes dentro de mí? Espera en el Señor; porque aún he de cantar sus alabanzas, porque El es mi salvador y mi Dios¨. Salmos 42,6
A pesar de poner toda nuestra confianza en Dios, a través de nuestras oraciones, en ocasiones, sentimos dentro de nosotros una inquietud, que por muy pequeña que sea, molesta tanto como una piedrita en el zapato. Sentimos a veces como si algo malo fuera a pasar, es una sensación que no nos deja alcanzar ese grado de paz total a pesar de que siempre experimentamos la constante presencia de nuestro Padre y los recuerdos de sus intervenciones en nuestra vida.
En otras ocasiones es un desasosiego interno, enfrentamos circunstancias que a nuestros ojos están fuera de toda solución.
Es el momento para someternos a Dios, invitando a nuestra alma a depositarse, una vez más, en la voluntad del Padre, recordando sus maravillas, su fidelidad y sostenidos en estos pilares nos fortaleceremos para esperar en el Señor. Es una espera activa a través de nuestra oración.
Si nuestra espera está puesta en Dios y dejamos que esos momentos de desconsuelo se apoderen de nosotros, estamos permitiendo al espíritu del mal invada nuestra alma, quien aprovecha cada oportunidad de trabajar finamente, primero atacando nuestra mente, dirigiendo todos esos pensamientos de derrota hacia nuestro corazón donde encontrarán un nido debilitado para hacer su morada.
No permitamos que el pecado de la duda crezca en nosotros, alabemos al Señor en todo momento, en los grandes, en los pequeños, en los tranquilos en los intranquilos……Dios siempre escucha y conoce todo lo que pueda afligir nuestra alma y apretar nuestro corazón.
No nos desgatemos pidiéndolo que se apresure a poner fin a nuestra incomodidad, preguntémosle como desea que actuemos en esta espera.