Y ÉL CONSEDERÁ LOS ANHELOS DE NUESTRO CORAZÓN

Al iniciar mi día en la oración, después de agradecer al Padre el que haya preparado mi día con tanto amor, soy consiente de que está lleno de su presencia, de su esencia, de su propósito y de su voluntad. Es cuando siendo consiente de esto que le pido con todo mi corazón que no deje pasar el día si no me tropiezo con Él.
Tropezarme cada día con mi Señor es la oportunidad de verle, de sentirle la confirmación de que está ahí con migo.

Un día de estos, volviendo a leer sermones, prédicas, lecturas que Él hace llegar cada día, para mi alimento espiritual, llegué a un sermón que había marcado como importante y no sé porqué fue que lo marqué.

El sermón fue predicado por el Dr. Charles Stanley «Cuando la Duda está en el Trabajo», de repente vino a mi recuerdo una niñita es su primer día de clases, aproximadamente segundo o tercer grado, estaba con su mamá almorzando en Burger King y pese a la deliciosa comida, y todo su ajuar para iniciar el año en color rosa, la carita de aquella niñita reflejaba ansiedad, un no querer iniciar su año escolar.

Esa carita me transportó a mis años de mamá de segundo, tercer y sucesivos años de primaria por los que pasamos mi hija y yo. cuando ante las actitudes irrespetuosas y de desprecio de sus compañeras, tratando siempre de adaptarse y siendo siempre despreciada o la última que era escogida para ser parte de un grupo.

Este hecho de recordar aquella carita triste, fue el gatillo que disparó mi deseo de comenzar un ayuno cuaresmal que había estado rondando desde el inicio de la Cuaresma, pero que por cobarde no había dado el paso definitivo, pensando que no podría con la mortificación. Mi pensamiento se entregó a todas las madres que la hemos, la estamos y estaremos pasando mal con esos desprecios y el Señor en su inmenso amor y en su infinita misericordia que es nueva cada día, me dio el impulso y la fuerza de un SI SEÑOR.

Lo más maravilloso del caso es que después de haber interrumpido mi lectura para este ofrecimiento, la lectura terminó con el capítulo dos de Efesios, versículo diez (Ef 2,10) en el que San Pablo nos dice: «Porque somos hechura suya, creados en Cristo Jesús, para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que las practicáramos».

Fue para mí un tropezón de primera calidad con el Señor y me dí cuenta que aunque no encontré el motivo original por el que el sermón fue marcado, éste había sido sin yo saberlo el motivo verdadero.

Sí de verdad buscamos al Señor, Él se deja encontrar.

Gracias Señor ´por los tropezones.

































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