Recuerdo el momento cuando me dieron de baja en mi trabajo, así como también el día en que comencé a trabajar. Dos situaciones opuestas pero con el común denominador: la presencia de Dios.
Obviamente en la primera ocasión llené mis labios de alabanza y agradecimiento porque el sentimiento de alegría y paz de que podría atender mis necesidades, estaría llegando a través del pago quincenal de mi salario.
En la segunda ocasión, gracias al Espíritu Santo, que no se cansa de mí, al recibir la noticia me puse de rodillas y de igual manera alabé al Señor y le dí gracias. Creo que un momento, que no duró mucho me pregunté ¿qué haría a partir de ese momento? y como en un soplo Dios contestó, no con palabras, fue un soplo de  que Él tenía el control. Fue una respuesta no en palabras, porque muchas veces las palabras van perdiendo fuerza, pero fue una respuesta que se apoderó de todo mi ser entrando en mi entendimiento humano y espiritual como una intravenosa cuando entra al torrente sanguíneo. Quedó impresa en todo mi ser.
Y en su inmenso Amor e infinita Misericordia que es nueva cada día, siguió encargándose de mi provisión espiritual, económica, de vivienda y todo lo que cabe en la palabra provisión.
A través de esta experiencia que siempre cuida de mí, ayudó a que mi confianza fuera transformada de sentirme segura a través de lo que mis ojos percibían, o de la manera acostumbrada de recibir provisión, Él me confirmó que todo viene de Él.
Comprendí que me ama tanto que para acercarme a Él y vivir cada día de su presencia, apartó lo que era una pared que me impedía seguir acercándome a Él y disfrutar de su grandeza.
Ayúdame Señor a seguir alabándote al recordar tu presencia en nuestra vida, y fortalecerme sabiendo que en todo hay un propósito divino. Que TIENES EL CONTROL DE TODO.
¡GRACIAS SEÑOR!
